miércoles, 24 de febrero de 2010

The Flaneur and the Badaud

El hombre ha perdido su autonomía, cada vez nos encontramos más inmersos en un mundo que nos va llevando, no somos realmente autores de nuestra vida ni de nuestras decisiones, nos dejamos llevar como una pluma por el viento, sin preguntar, sin observar, sin comprender y sin sorprendernos por nada de lo que nos rodea, culpa de esto es el mundo del espectáculo, el cual convence al hombre de su autonomía dentro de un mundo ficticio, en el cual el control se ejerce a través de los medios de comunicación que manipulan deseos y necesidades.

El espectáculo teje una invisible pero fuerte telaraña de ilusiones para esta nueva forma de esclavitud. El hombre, sin resistencia alguna, cae en ella y queda atrapado como en un profundo sueño, un mal sueño del cual no desea despertar.
Lentamente se va apoderando de un supuesto tiempo libre, lo que provoca una identificación pasiva con el espectáculo, suplantando toda actividad genuina y libre del hombre, como recorrer las ciudad libremente y poder tener una actitud critica hacia ella, simplemente nos dejamos envolver por ese mundo alterno. El ser humano se va empobreciendo por su falta de autenticidad hasta que su percepción del mundo y de él mismo se ve distorsionada, su capacidad de crítica y conocimiento desaparecen, se aísla de la realidad y se vuelve, al igual que muchos otros, sólo un ente manipulado, formando parte, como dice Guy Debord, de una muchedumbre solitaria, separada completamente.

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